jueves, 9 de octubre de 2008

A que costo?


Hace algunos años ( algunos??? casi 12¡¡¡ ) en uno de mis primeros trabajos, repartía por la mañana publicidad para una escuela de computación patito, cuando el boom del Windows atraía gente incluso a estas pseudo-escuelas.
Una mañana conocí un anciano, su caminar lento y encorvado lo hacían visible entre la gran cantidad de gente presurosa y monótona dirigiendose hacia sus centros de trabajo por la calle de Florencia, en la Zona Rosa.
El anciano, días antes, me había saludado con una gran sonrisa amarilla rodeada de unos labios partidos y resecos, acompañada de unos ojos cansados carentes de luz. Imágen difícil de olvidar, el hombre era bastante tétrico.
Se acercó y me pidió publicidad para la recepción de su consultorio, tomó un paquete y desapareció.
Así sucedio los siguientes días, saludaba, cruzábamos pocas palabras, tomaba su paquete de publicidad y desaparecía entre la gente.

Por las breves conversaciones supe que tenía un consultorio en la colonia Cuauhtemoc, era quiropráctico y su amabilidad me parecía bastante extraña. La presencia del anciano poco a poco me fue incomodando. En un principio, la imagen de una gran soledad era lo que me movía a cruzar palabras con aquel extraño.
Una mañana decidí evadirlo. Algo no me cuadraba.
Me fui a desayunar a un Arbys que había en Florencia, así lo vería desde dentro cuando pasara y podría irme a repartir la publicidad sin encontrárlo.
Entre mordidas de hamburguesa y sorbos de refresco, no lo vi pasar. Di por hecho que fue un descuido.
De regreso al trabajo noté al anciano esperándome. Definitivamente no cuadraba algo.
- Y si era gay ??, pensé.
El anciano me invitó a desayunar y tuve el pretexto para rechazar la invitación, traía por suerte las papitas que no me había comido aún.
- Bueno, será para otro día – ,diciendo esto se marcho sin olvidar su paquete de publicidad.
Mientras se alejaba pensé:
-Para que quería aquel hombre tanto volante?, de seguro iba directamente a la basura, y la tomaba solo para ayudarme con los paquetes que tenía que repartir.
Además, imaginaba su posición económica al tener un consultorio a unas cuadras de Reforma, aunque pagara la renta mas barata en esa zona debia ser una persona con dinero.
A partir de aquel día solicite mi cambio y me mandaron a otra área, por lo que no volví a ver al anciano. Un compañero mió al que llamare "Antonio" fué el que quedo encargado de mi zona de repartición.
Un mes después dejé ese trabajo e ingresé a nivel Preparatoria.

Hace un par de años me encontré por casualidad a Antonio y salió a platica aquel anciano. Tema que tocó nerviosa y brevemente.
Supe que aquel hombre había muerto a los pocos meses, que había “adoptado” a Antonio, dejándole todo cuanto poseía: una casa, un departamento en la Cuauhtemoc (supongo ex-consultorio), autos y cuentas bancarias. Nunca quise preguntar los detalles escabrosos de “el porque” o si hubo algún costo para él.
Ignoro si aquel hombre sólo buscaba un heredero.
Dicen por ahi, "Piensa mal y acertaras"….
Quizá el quiropráctico gustaba de tronar otro tipo de huesitos.
El posible costo de esa invitación a desayunar a cambio de una posición económica, a la fecha, prefiero ignorarlo.

No hay comentarios: